Bueno el contendio de esto son mis desvarios, tropezones, alucinacion y (pocaS) cosas cuerdas que digo, esrcibo o pienso.

jueves, octubre 29, 2009

La QuInTa PrImAvErA


El sol ha salido despues de un invierno muy cruel en Lima. La habitación tiene muestras de su paso. Las cortinas cerradas, los marcos de las ventanas podridos por la humedad filtrada y los vidrios empañados que ahora comienzan a despejarse.

Abro los ojos ante la iminente entrada de la luz a la pieza de piso de madera y techo alto, como para la estatura de un gigante. Siento como si hubiera dormido por meses, pero es apenas ayer que me tire sobre las sabanas sucias que cubren esta cama austera. Todo es silencio, solo un olor rancio se desplaza y extiende por el aire. Es jueves. El primer dia de primavera. Los pajaros parecen tener esa misma sensacion de haber estado invernando y trinan a una gran velocidad como si de un momento a otro recordaran que lo saben y deben hacer.

Es primavera y no quiero salir de la pieza. Trato de huir del sol colocando la fazada sobre mi cabeza, pero parece tener manos y la retira de mi rostro y llenan mis ojos con su luz.

Pongo los pies sobre el piso. Mis dedos se encuentran con el cuerpo frio de una botella vacía. Me abro camino entre ellas y me dirijo al lavatorio. Me mojo un poco los ojos, como si con eso pudiera disipar las culpas, el mal que han pasado por ellos durante cuarenta y cuatro años .

Hoy es el primer dia de primavera y un año mas desde que Maria Valeria se fue de mi vida. Detesto llevarle flores al cementerio. Es un acto inutil aferrarse a un montón de cemento levantado en su nombre. Prefiero recordar sus poemas. Su voz paseandose a lo largo de la casa preguntandome por las flores del jardin o alguna nueva revista que descubrio viniendo de la escuela de arte donde enseñaba.

Maria Valeria era de esas mujeres que uno mira fijo por dos minutos y la invita a pasar la vida entera con uno. Tenia lo ojos negros y profundos. Grandes como dos soles perdidos en el universo. El cabello lacio y extenso que parecía engullirle la espalda. La conocí en un cafe del centro. Ella llevaba puesto un enterizo azul electrico, que la hacia destacar entre todos esos cuerpos de ropas y miradas grises que la rodeaban. Sobre su mano llevaba un libro del cual solo alcance a leer el título "aguardiente", una colección de poetas latinoamericanos. Fue dificil abordarla. Tomé una mesa cercana a ella y la siguiente media hora bebí todo el café que habia dejado de beber desde la facultad de letras. La urgencía de ir al baño me hizo perderla. Ya que cuando sali del baño ella no estaba. Pagué la cuenta y corri a su encuentro, ella no estaba por ningun lado. La he perdido, pensé. Pero mi desesperanza se quebró cuando pude ver a lo lejos, en medio de la plaza de armas una luz azul que destellaba. Era ella. Corri a su encuentro. Atolondro le agarre las manos y me aferre a sus ojos. Ella desconcertada solo atino a mirar. ¿Quieres pasar la vida conmigo?, le dije. Ella sonrió.

Desde ese caminos juntos por las alamedas, los centros culturales, los cines y las conferencias que ella dictaba en las universidades. El los centros de artes. Asi se pasaron veinte años. y nuestros rostros se arrugaron y nuestras voces se hicieron mas roncas, pero no perdieron la alegria de tenernos. Para leernos poemas de Carver a la orilla del mar. Porque dejamos la ciudad. Dejamos nuestros trabajos. Nos hartamos de los demas. No queríamos compartirnos con nadie, ni un minuto perderse el uno al otro. Habiamos decidido no volver a trabajar.

Cierto día rompi mi promesa. Fui invitado a recibir un premio por un libro publicado hace tiempo atras. Era en medio de la celebracion de la llegada de la primavera. Maria Valeria me alentó a ir. Me negué, aduciendo que habiamos hecho una promesa. Ella insistio y al final terminé cediendo.

La ceremonia fue muy animada, me encontre con viejos amigos y colegas del medio. Revivi los tiempo de la academia, los dias de la facultad, la enseñanza, los cafes y la letras, el vino tinto. Que buenos tiempos. Pero todo, como el tiempo, se acaba.

Al regresar a casa el trafico estaba pesado. Me parecía extraño, ya que es una zona muy tranquila, diria hasta desertica. Habia una gran congestión. Pero logre sortearla, hast que cerca de casa, una barricada de policias no dejaba seguir adelante. Eso me sobresalto. Pense en Maria Valeria sola en casa. Que podria haber pasad. Uno de los oficiales se acerco a todos que los que estabamos inquitos esperando pasar al otro lado. Con un tono grave, el general confirmo nuestros peores pensamientos. Nos dijo que el mar se habia salido sepultando las casas. Nadie habia quedado vivo. Un silencio total. Los ojos dejaron de ver. El alma rota.

Desde aquel día decidi refugiarme en esta pieza. Escribo todo el día. Miro el techo. Acabo grandes cantidades de cigarrillos. Solo salgo para comprar agua, cuando los viveres escacen y como hoy, el primer dia de primavera. Me coloco el terno, la corbata y voy a la tumba donde se encuentra, siendo carcomida por los gusanos, Maria Valeria. Todos sus hermanos me siguen mirando con ojos inquisidores, me culpan de haberla dejado sola. De haber roto mi promesa y abandonarla a merced de las olas. Haberla convencido de refugiarse conmigo en esa ciudad desierta y vivir del amor. Pero yo se que Maria Valeria me perdona. Vendría a mi y me daría un beso en la frente diciendome: no es culpa tuya, las cosas pasan por que así debe ser. Y se iría sonriendo al jardín, sumergiendose en medio de ese imperio de flores que había construído. Yo se que me esperas al otro lado Maria Valeria. En ese lado que tratamos de descifrar como era, cuando aun estabas por acá y nunca pudimos. Pronto estaré por allá Maria Valeria, cuando el pulso no me falle al cortarme las venas o tenga el valor suficiente de acabarme el frasco de somniferos de una sola toma.